el otro lado del mundo

miércoles, agosto 30, 2006

Los omnipresentes templos balineses

Es casi imposible pasarse más de cinco días en Bali y no ver una procesión —con las mujeres llevando ofrendas de frutas sobre sus cabezas y coloridas camisas y los hombres las tradicionales faldas o sarongs— a alguno de los miles de templos de la isla, un entierro, una boda, o alguna celebración por luna llena, luna nueva o alguna otra fiesta del calendario hindú por el que se rigen los balineses.

Cada familia tiene un templo, cada pueblo tiene un templo también pero además hay decenas de otros templos para honrar a los dioses de las montañas y el mar.


Entre estos últimos los más populares son los de Tanah Lot y Ulu Watu. Ambos, para quien espere descubrir la gran belleza de su interior, son bastante decepcionantes porque no se puede acceder a la parte más sagrada del recinto y el exterior se ve en muy pocos minutos. Aún así, las vistas de ambos templos son espectaculares: tanto los acantilados en los que se erige Ulu Watu, en la punta sur de Bali como la islita en la que está construido Tanah Lot.

En este último, como si fuese parte de un guión de película de vampiros, justo cuando desaparece el último rayo de sol se escucha un fuerte revolotear de alas y sonidos y centenares de murciélagos salen a la vez de una cueva situada a la derecha cubriendo gran parte del cielo durante unos segundos.

Después de la visita de Ulu Watu (ritual cada vez que vienen amigos) sugerimos un bañito reponedor en Dreamland, a unos 40 minutos, una preciosa playa que tiene los días contados porque le están construyendo encima un campo de golf y una urbanización de lujo (lagrimilla).

Después de la visita de Tanah Lot (suele ser al atardecer), una propuesta interesante de cena es Eco Beach, en Canggu (antes de llegar a Seminyak), donde hay muchos chiringuitos en la playa en los que sirven langosta, gambas, calamares y todo tipo de pescado por entre 20 y 30 euros por cabeza.

Como imagino que dicen todas las guías, al entrar en los templos hay que tener cuidado de los monos, a los que les encanta birlar todo lo que brilla, y es necesario cubrirse las piernas con un sarong y un cinturón.